El evento reunió a muchos grupos y alianzas del universo agile que en el pasado tendían a juntarse por separado –porque tal vez empujaban distintos frameworks o metodologías ágiles- y que durante el encuentro pudieron ver lo mucho que tenían en común. Allí comenzó a surgir una redefinición de lo que debería ser el management o la gestión del siglo XXI: se planteó que el trabajo y las organizaciones deben visualizarse como personas que crean valor para otras personas.
Tal como lo destaca el autor de esta nota que invitamos a leer, esta premisa que acabamos de compartir parece de sentido común, pero la realidad es que “muchas organizaciones, en particular las grandes empresas, actualmente no funcionan de esta manera”. Y esto se debe a que esta nueva forma de dirigir las organizaciones -ya sea que se la llame agilidad, o de otra manera-, todavía no se acepta como la nueva norma.
La evolución necesaria
En el pasado la gestión ágil y centrada en las personas -esto es, el tipo de management que promueve el customer centricity o el enfoque al cliente- se consideró como “una especie de excepción, incluso una excepción de mala reputación, a la norma de dirigir las organizaciones como una burocracia de arriba hacia abajo. Esta última se vio como la forma predeterminada de dirigir cualquier compañía”, –señala el autor del artículo. Y añade: “Naturalmente esta es una forma incorrecta de ver las cosas. La realidad es que actualmente hay cada vez más consenso en todo el planeta de que existe una mejor manera de administrar las organizaciones, que podemos englobar bajo la denominación de agile”.
Una encuesta de 2019 ya había encontrado que agile se estaba convirtiendo cada vez más en una nueva moneda en los negocios y era reconocida como una prioridad estratégica por la mayoría de los encuestados: “En nuestra era digital, ya no se trata de si una organización quiere volverse ágil, sino de cuándo, dónde y cómo –decía el reporte-. Vemos que actualmente solo el 12% de los participantes no aplica la agilidad, y se espera que disminuya al 4% en solo tres años”.
La pandemia de COVID-19 no hizo más que potenciar esta tendencia: de hecho el 43% de las organizaciones consultadas en otra investigación dijo que su impulso para la adopción de agile se había incrementado en los últimos 90 días, y otro 15% señaló que había aumentado “significativamente”.
Así las cosas, en estos tiempos en que la transformación digital ya es una realidad avanzada, la agilidad ya no es la excepción, sino la norma. Y debe verse como la forma estándar en la que debe gestionarse cualquier empresa. Por lo tanto “en el futuro, la burocracia de arriba hacia abajo debe justificarse como una desviación básicamente dañina de esta forma diferente, mejor y centrada en las personas de dirigir las organizaciones, que es agile”.
La nueva norma
Claramente lo que se está planteando es que a esta altura agile ya debe pensarse como la forma normal de hacer el trabajo. “Ahora tenemos una idea más clara de cómo es una organización y un lugar de trabajo saludables –argumenta el autor de la nota de Forbes-. Comprendemos mejor cómo es una buena gestión o management. Pero hasta que no hayamos establecido algún tipo de inmunidad colectiva, siempre existe el riesgo de que la enfermedad de la burocracia de arriba hacia abajo se infiltre de alguna manera, como un virus, en cualquier equipo u organización, y la socave”.
En definitiva, el llamamiento de agile no es meramente un llamado a crear una nueva forma de gestionar a las organizaciones, sino “un llamamiento a crear un mundo mejor, centrado en las personas”. Para profundizar en esta visión sobre la gestión moderna, recomendamos leer este artículo completo.